Hace unos meses que mi amigo David me recomendó las TED Talks, y desde entonces no son pocas las ocasiones en las que amenizo alguna comida-castigo delante del ordenador con alguna de estas charlas. En una de las últimas que he visto, Tim Hardford habla de la «Prueba, error y el complejo de Dios» (Trial, error and the God complex, si no la has visto ya, te recomiendo encarecidamente que la veas, es brillante). Con las sorprendentes habilidades analíticas que ya mostró en The Undercover Economist, Tim Harford sostiene que la mayor parte de los sistemas complejos que finalmente han tenido éxito, han sido construidos mediante ensayo y error, de lo que obtiene una interesante conclusión: Realmente no tenemos ni idea de como funcionan la mayor parte de los sistemas complejos, y lo único que ocurre es que creemos que, en nuestro pequeño mundo, somos capaces de comprenderlo todo, y en consecuencia capaces de elaborar la solución perfecta. Es decir, tenemos lo que se llama Complejo de Dios. Podríamos definir a un afectado por el Complejo de Dios como aquel  que, independientemente de lo complejo que sea el problema que está tratando, siempre tiene un abrumador sentimiento de que su solución es infaliblemente certera.
Supongo que os vendrán a la mente un buen número de ejemplos que se ajustan a la definición que acabo de dar. Hay colectivos con cierta tendencia a desarrollar esta dolencia: médicos, economistas, ingenieros, … Supongo que lo primero que hay que hacer para subsanarlo es admitirlo: Hola, soy wirtanen y tengo Complejo de Dios. 😉
Conviene sin embargo advertir, que -paradójicamente- no es en absoluto sencillo escapar del Complejo de Dios. No es sencillo asimilar que tus opiniones sean corregidas, tus trabajos comentados, tus análisis revisados …
Por otro lado, tampoco es habitual que las personas cambien de opinión y admitan sus errores sin que se les atribuya cierta dosis de debilidad. ¿será por eso que nuestra clase política jamás admite un error?. Tal vez, como comenta Harford, sea este un buen momento para que los líderes admitan su incapacidad para comprender de manera detallada los problemas complejos, pero también para que sus seguidores lo admitan como un detalle de inteligencia, y no de debilidad.

Me he encontrado en mi vida con numerosos enfermos del Complejo de Dios, de los que -lógicamente- he aprendido más bien poco. Por el contrario , de quien más he aprendido es de los líderes capaces de cuestionar a su equipo hasta obtener lo mejor de ellos en cada momento. Esto me recuerda a una genial definición sobre la diplomacia que leí hace tiempo en un escaparate en NY. «Diplomacy: The art of letting someone do things your way»

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